domingo, 9 de noviembre de 2008

La inevitable levedad del ser

Reconozcámoslo. El hombre es débil por naturaleza.

Intentamos por todos los medios mantenernos firmes, a nuestras idelogías, a nuestros valores, a ciertos principios en los que creemos que sustentan nuestra personalidad, a nuestra integridad...

A veces creemos haberlo conseguido.

Entonces, pensamos con orgullo: estoy en el camino, estoy en el lugar que he elegido, soy...lo que quiero ser. Pero...¡amigo!.

A la mínima de cambios, ante las vicisitudes de la vida, tras cualquier acontecimiento imprevisto en nuestra vía...¡PUFF!. Algo falla de repente y comenzamos a caminar "mirándonos los zapatos".

No hemos de retroceder sin más. Démonos la vuelta, giremos nuestra mente, echemos la vista atrás y reflexionemos ante los pasos dados.

Sin prisa. Concienzudamente.

Preguntémonos: ¿Qué está ocurriendo?, ¿en qué me he equivocado?, ¿qué debo cambiar y qué debo conservar?.

La vida, tal y como la concibe Manuel Vicent en su obra "El cuerpo y las olas" consiste en ir saltando las olas incesantes en un mar, a veces tempestuoso, a veces no tanto.

Hemos de "acoplarnos" al máximo a cada una de ellas, sin cesar en la lucha por superarla y no caer en el naufragio.

Cuanto más difícil y compleja resulte la situación (la ola) y hayamos conseguido salir airosos de la misma, más fuertes nos haremos, a la vez que más habilidosos para hacerle frente a las futuras olas venideras.

De cualquier modo, seguiremos avanzando.

Lentamente... pero avanzando.

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