Reconozcámoslo. El hombre es débil por naturaleza.
Intentamos por todos los medios mantenernos firmes, a nuestras idelogías, a nuestros valores, a ciertos principios en los que creemos que sustentan nuestra personalidad, a nuestra integridad...
A veces creemos haberlo conseguido.
Entonces, pensamos con orgullo: estoy en el camino, estoy en el lugar que he elegido, soy...lo que quiero ser. Pero...¡amigo!.
A la mínima de cambios, ante las vicisitudes de la vida, tras cualquier acontecimiento imprevisto en nuestra vía...¡PUFF!. Algo falla de repente y comenzamos a caminar "mirándonos los zapatos".
No hemos de retroceder sin más. Démonos la vuelta, giremos nuestra mente, echemos la vista atrás y reflexionemos ante los pasos dados.
Sin prisa. Concienzudamente.
Preguntémonos: ¿Qué está ocurriendo?, ¿en qué me he equivocado?, ¿qué debo cambiar y qué debo conservar?.
La vida, tal y como la concibe Manuel Vicent en su obra "El cuerpo y las olas" consiste en ir saltando las olas incesantes en un mar, a veces tempestuoso, a veces no tanto.
Hemos de "acoplarnos" al máximo a cada una de ellas, sin cesar en la lucha por superarla y no caer en el naufragio.
Cuanto más difícil y compleja resulte la situación (la ola) y hayamos conseguido salir airosos de la misma, más fuertes nos haremos, a la vez que más habilidosos para hacerle frente a las futuras olas venideras.
De cualquier modo, seguiremos avanzando.
Lentamente... pero avanzando.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario